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Sesiones de DFA para reconocer los rastros de la memoria histórica en el propio cuerpo

Las sesiones de DFA ofrecen un espacio seguro para acceder en intimidad a los rastros que los traumas colectivos dejaron en cuerpo y psique, incluso en la segunda y tercera generación. Al descubrir en la forma del cuerpo y de los movimientos los antecedentes colectivos podemos aprender de ellos y desarrollar alternativas a la repetición de las mismas dinámicas generación tras generación.

Si el equilibrio interno no se restaura después de una experiencia traumática, el organismo retiene la carga energética y química con un gran esfuerzo para no perder "el control". Este esfuerzo aumenta el grado de tensión involuntaria de los músculos y tejidos conjuntivos de forma progresiva.  Dolores crónicos y conductas (auto-) destructivas, entre muchos otros síntomas, son algunas de las formas en las que los rastros del trauma se manifiestan en nuestra vida. El esfuerzo por olvidar lo que pasó y seguir adelante ancla la experiencia y lo que hicimos para protegernos contra el impacto traumático aún más en el cuerpo. Los hijos lo sienten y responden a ello, aun sin saber ni poder nombrar qué es a lo que responden. Lo mismo sucede con los hijos de los hijos...

La intervención manual del DFA, la experiencia de apoyo en el suelo, la liberación de los movimientos de la respiración y la educación de la percepción sensorial restablecen el flujo de sensaciones de modo que llega a ser posible describir las sensaciones conforme van apareciendo en el cuerpo en el momento presente. Al verlas en el contexto de la historia en la propia familia y el propio país, se descubre que determinados rasgos o eventos que se habían vivido como algo personal e íntimo, de hecho, pertenecen a la experiencia colectiva. Poder dejar la carga emocional de ello donde pertenece, nos deja libres para actuar donde es posible.

 

Sesiones de DFA para reconocer los rastros de la memoria histórica en el propio cuerpo